domingo, 1 de febrero de 2009

EL SUEÑO

Queridos lectores:


Otros de mis cuentos de 1993.






EL SUEÑO


Estoy acostado en mi cama, creo que todavía puedo hacer uso de la razón. Llevo más de diez minutos escribiendo y escribiendo tratando de que mi imaginación se libere, pero no puedo. Tengo que inventarme algún cuento… O yo que sé: algo. El caso es que escribo aunque no sé lo que escribo. Me encuentro cansado pero con ganas de seguir. Mi cabeza es una bomba a punto de explotar, o bien ya explotó, pués no me encuentro bien. Estoy deprimido, quizás confundido; no lo sé, lo que sé es que me encuentro mal. Levanto la cabeza y veo que todo mí cuarto gira a mí alrededor. Cierro los ojos para no marearme y al abrirlos veo el suelo arriba. Creo que me voy a volver loco; ¿Lo estaré ya? ¡Dios mío, que alguien me ayude! Siento como si una fuerza creada en mí mente me destruye de dentro hacia fuera. No me encuentro bien, veo como todo se viene sobre mí. Miro a mi derecha y veo un iluminado y puro día, pero al cabo de unos segundos aparece la fría y sombría pared de mi habitación. Me cubro con las mantas…

Quiero despertar, este sueño se está convirtiendo en realidad, o ¿Acaso la realidad en un sueño? No lo sé. Siento un frío que me hiela aún estando bajo las mantas. Me levanto para cerrar las ventanas de mi cuarto, pero las cuatro paredes de mi cuarto no están. El lugar en que me hallaba no era mi casa, era un gran y hermoso prado. La hierba mojada era una de sus características. Mi cama era el punto más alto del prado ya que no había árboles. Baje de la cama y empecé a correr, con el pijama medio roto y las zapatillas puestas, hacia el infinito tratando de encontrar una solución lógica a lo que me ocurría. Cuanto más me acercaba al horizonte más calor sentía, lo normal debería ser al revés, ya que el sol estaba a mi espalda. Al llegar al final me encontré con la nada, era un vacío semejante a lo que se ve y se siente al abrir los ojos en una oscura noche. Ciertamente aquello era el fin, de qué, no lo sé, pero era el fin. Decidí ir, ahora, hacia el sol y al llegar me encontré con lo mismo. El mismo resultado dió en todas las direcciones. Ya que no tenía otra optativa, me tiré a ver donde iba a parar. Estuve unos pocos minutos cayendo y al final caí en la cama. Estaba otra vez en el centro del prado ¡No podía ser! Grité a los cuatro vientos que me rendía. La cama empezó a ser tragada por la tierra. Salté de esta inmediatamente. Toda la verde hierba se fue con ella, incluso la oscuridad. Lógicamente si la oscuridad se había ido debería de verse algo. De nuevo me dirigí al borde del prado y hallé un pequeño y tranquilo pueblo. Esta vez bajé por un camino que no se hallaba muy lejos. Al llegar al pueblo no vi a nadie, era increíble, el pueblo parecía deshabitado.

Alguien me tocó, me viré y no vi a nadie. Para consolarme y no pasar miedo, le di gracias a Dios por ser de día. Inmediatamente después, el Sol cayó en el prado en que estaba antes. Una especie de bomberos fueron y lo apagaron. Fui a hablar con ellos y al llegar me dieron un pequeño sobre. No se que cosa o persona me empujó a irme una vez recibido el sobre. Trate de abrirlo pero no pude. Lo iba a tirar pero por si acaso decidí guardarlo. Esa fuerza me obligaba a retroceder sobre mis pasos, todo ocurría al proceso inverso. La nada cubría de nuevo el pueblo y la hierba, el prado. Lo último que apareció, por así decirlo fue mi cama. Me acosté de nuevo. En ese momento la fuerza me abandonó, ya era libre. Esperé unos treinta o cuarenta minutos pero nada ocurría, seguía en el prado. Más de mil imágenes pasaron por mi cabeza, no tenían orden ni coherencia. Me acordé del sobre, decidí cogerlo y abrirlo para ver lo que guardaba celosamente. Al abrirlo encontré un papel que se titulaba “EXPLICACIÓN DE TU DÍA”. Aquello era lo que estaba buscando. Mi desgracia llegó más tarde cuando al empezar a leerlo empezó a llover. El agua mojó el papel y el mensaje se estropeó, aparte de todo esto yo me empecé a mojar…

Me desperté, era mi madre que me tiró un vaso de agua ya que no me despertaba.

Mi madre se fue a comprar y yo me quedé solo. Oí que tocaban a la puerta, así que me levanté y fui a abrir. Era el cartero, suponía que traía una carta del banco para mi padre, pero no, era aquella carta del sueño; increíble. La carta decía… Bueno… Esa es otra historia.


Marco Rodríguez Spina
© 1993

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